La historia de este monasterio, clave en la Historia del Viejo Reino de Aragón, es un

La historia de este monasterio, clave en la Historia del Viejo Reino de Aragón, es un

 
30/01/2007 JUAN Bolea /Periodico de Aragón

En la frontera comarcal del Bajo Cinca, alguien ha borrado el subtitulado rótulo en catalán. ¿Quién? ¿Alguno, a lo mejor, que protesta así por el expolio de los bienes artísticos?
Amén de los detentados por el Obispado de Lérida, buena parte de dichos bienes, como a estas alturas ya saben todos ustedes, salieron hace años del monasterio de Sijena, uno de los principales monumentos, si no el principal, de esa comarca bajoaragonesa. Lo hicieron con nocturnidad y alevosía, en camiones clandestinos, con destino a Cataluña. Hoy, esos mágicos murales, esas románicas pinturas al fresco, cuyo valor deviene, simplemente, incalculable, integran los fondos del Museo de Historia de Cataluña, formando parte de la gigantesca farsa histórico-patrimonial montada por nacionalistas, independentistas y otros fanáticos de cara a justificar la nación catalana. La DGA, aunque no con el vigor que debiera, reclama estas pinturas, y una larga lista de bienes. Un pleito a varias bandas, eclesiástica y civil, que avergüenza a todos, menos a los rateros de guante blanco, a las urracas que han perpetrado tan innoble rapiña.
En el monasterio de Sijena, cerrado a cal y canto, una de las hermanas de la orden de Belén accede a mostrarnos lo poco que allí se puede admirar.
La monja es francesa, pero entiende y habla un relativo castellano. Muy amable, nos explicó el proceso de obras.
Los desastres de la actual restauración se aprecian desde el exterior, con dos enormes tapiales de ladrillo que perfectamente podrían ser los muros de una prisión de alta seguridad, destrozando sin piedad el conjunto arquitectónico original. Los técnicos de la dirección general de Patrimonio deberían darse una vuelta para comprobar cómo más de uno y de un par de los templos de los alrededores están siendo restaurados con el criterio de un constructor de adosados.
Pero volvamos a Sijena, y a la pequeña monjita francesa que, a falta de otros servicios y atenciones, ejerce de cicerone, guía e inquilina del lugar. En la vieja iglesia, donde rezó, confesó, y donde hasta tal vez escribió, en la época de su priorato, doña Ana Abarca de Bolea, apenas quedan unos mínimos lienzos de los muros de la nave principal decorados con las ilustraciones originales, las mismas que hoy, ya les digo, pueden pueden verse en el complejo museístico de Montjuich.
Sijena es la historia de un desmoronamiento. Las guerras, las desamortizaciones, los incendios, los expolios han pasado sobre el monasterio como una sucesión de plagas bíblicas.
Pero el mal fario no ha desaparecido aún. La hermana nos revela que el claustro, en proceso de reforma, se les ha vuelto a caer. A lo mejor no hay mal que por bien no venga, porque, si lo está restaurando el mismo destripaterrones que elevó el muro carcelario exterior, lo mejor será que se derrumbe cuanto antes.
Y así, con algunas frases corteses por ambas partes, terminó la visita. Junto al recinto monástico de uno de los conjuntos claustrales más importantes del viejo Reino de Aragón, se alzan ahora, como hórreos de ladrillo, eremitorios destinados a la oración.
Esto fue lo que vi.

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