El lunes, 3 de octubre, tuvo lugar en la ciudad de Ginebra un homenaje histórico e irrepetible a Miguel Servet con motivo del V Centenario de su nacimiento. El Ayuntamiento de Ginebra, representado por su ex-alcalde y ahora Concejal del consistorio ginebrino, Rémy Pagani, inauguraba cerca del Hospital cantonal una estatua con la efigie de Servet, en un gesto necesario, pero sobre todo profundamente justo, en reconocimiento al sufrimiento y a probidad intelectual y ética de un disidente de disidentes, de un reformador de reformadores, de un hombre que es todo él una escuela de valores modernos. La estatua ha sido colocada a menos de tres metros del monolito inaugurado en 1903 con el beneplácito del Ayuntamiento de Ginebra, y a iniciativa de un comité privado formado por protestantes ginebrinos y franceses, con motivo en esa ocasión del 450º aniversario de la muerte de Servet.
Lo más importante y lo que convierte la inauguración de esta nueva estatua en algo excepcional y digno del mayor agradecimiento por todos los aragoneses y toda la comunidad servetista son las circunstancias que dan origen a este acto de rehabilitación de la figura de Servet en Ginebra, los importantes apoyos institucionales que ha suscitado, y el tono de justificación que ha rodeado este acontecimiento.
En cuanto a las circunstancias que rodean el acto, se trata de la misma estatua de la escultora ginebrina Clotilde Roch, discípula de Rodin, que el Ayuntamiento de Ginebra rechazó hace más de 100 años por considerar que podía herir los sentimientos religiosos calvinistas. Es una escultura de una factura bellísima, que muestra a un Servet sedente en actitud sufriente, pero con la cabeza erguida como testimonio plástico de que ni él, ni sus ideas fueron jamás vencidos n olvidados.
Pero lo que realmente convierte a este acto en un acontecimiento hermoso es la historia humana de cómo se gestó. D. José María Adé, un oscense residente en Ginebra, y dedicado a la enseñanza del español entre los hijos y nietos de los emigrantes españoles, solía visitar el monolito dedicado a Servet. Viendo su mal estado de conservación, propuso al entonces alcalde de Ginebra, Rémy Pagani, el adecentamiento de los alrededores del monumento y la colocación de una placa lateral en la que se incluyese alguna información adicional sobre Servet y se mencionase expresamente el nombre completo de su lugar de nacimiento, Villanueva de Sijena; petición que fue aceptada por el Ayuntamiento. En la actitud de este aragonés honesto y sencillo, que estando en Ginebra no pasó de largo y con indiferencia ante el monumento de Servet, como hubieran hecho la mayoría de nuestros paisanos, tenemos que fijar la génesis de este acto histórico que acabamos de vivir. Fue su interés, y el de otros españoles vinculados al Ayuntamiento de Ginebra, como D. Paulino Casanova, lo que favoreció tras numerosas vicisitudes y discusiones en el consistorio ginebrino, la adopción de la importante decisión de colocar finalmente una estatua de Servet en Ginebra.
El segundo aspecto que merece ser destacado es el apoyo institucional y la heterogeneidad de los intervinientes en este acto. Les puedo asegurar que en pocas ocasiones Servet ha estado tan bien acompañado por las instituciones y la sociedad civil, incluyendo a los medios de comunicación audiovisual que, a diferencia de lo que ocurre en Aragón, actuaron con responsabilidad, informando puntualmente a los ginebrinos del evento.
No sólo estaba representada la ciudad de Ginebra como anfitriona, sino también el Gobierno de Aragón, que ha sabido captar magníficamente y con acierto la importancia histórica de este gesto del Ayuntamiento ginebrino. La presencia del Director General de Cultura, D. Humberto Vadillo en la inauguración demuestra que, en esta ocasión, nuestras máximas autoridades políticas han estado a la altura de las circunstancias y merecen por lo tanto nuestro agradecimiento. Tengo también que reconocer que me hizo especial ilusión que en la inauguración estuviese presente el Embajador de España en Suiza, D. Miguel Ángel de Frutos Gómez, quien alabó “el gesto generoso y valiente de las autoridades ginebrinas” en este “acto de reparación”, que es también, dijo, “la constatación de que los fanatismos religiosos deben ser desterrados de nuestros países y que solamente los valores supremos del respeto a la persona humana, de la tolerancia y de la libre circulación de ideas deben estar presentes siempre en el espíritu de nuestros ciudadanos…”.
El Ayuntamiento de Ginebra tuvo también el acierto de invitar al Alcalde de Villanueva de Sijena, Alfonso Salillas, y al Director del Instituto de Estudios Sijenenses “Miguel Servet”. Ambos asistieron a la inauguración en representación de la villa natal de Servet, dando testimonio a todos los presentes de la labor que nuestro Instituto desempeña desde la Casa Natal de Miguel Servet en la difusión internacional del legado de Servet y el estudio de su obra. En el acto estuvo también presente Isabelle Graessler, Directora del Museo Internacional de la Reforma, quién catalizó en su intervención el espíritu de concordia que invadía a todos los allí presentes, al destacar que esta estatua “significa a la vez el final de una denigración secular [contra Calvino], y el final de una instrumentalización [de Servet] por uno u otro credo”; un hombre “ferozmente vinculado a su libertad de pensamiento”. Y, en efecto, no se trataba de erigir una estatua como símbolo del triunfo de la “Ginebra laica” sobre la “Ginebra protestante”, sino de tender puentes que sirvan de diálogo entre formas divergentes de entender nuestras sociedades y que, en mi opinión, no deben ser fórmulas alternativas, sino concurrentes dentro de un sano debate social, y en todo caso alejadas de cualquier proyecto de ingeniería social.
Finalmente, la justificación de esta estatua y el tono que ha rodeado su inauguración marcarán también un antes y un después en la relación, históricamente difícil para ciertos sectores de la sociedad ginebrina, entre Servet y la ciudad de Ginebra. Que todavía hay mucho por hacer en este campo lo prueba la ausencia en el acto de toda representación de la Iglesia protestante ginebrina. Un error por el que la historia, una vez más, les pedirá explicaciones, pero que a nosotros los servetistas nos brinda la ocasión de promover desde este mismo instante un nuevo acto en Ginebra de hermanamiento con los protestantes ginebrinos en torno a Miguel Servet, desde el respeto y la tolerancia.
El monolito inaugurado en 1903 fue, a juicio de algunos autores, motivado por la necesidad de preparar el terreno de la conmemoración prevista en 1909 para celebrar el 400º aniversario del nacimiento de Calvino y, por lo tanto, como un instrumento para desactivar las críticas antiprotestantes ante esa inminente celebración. Se trató, y es justo reconocerlo, de una iniciativa pionera en su día, pero en definitiva fue un acto, más de arrepentimiento y perdón por el lado calvinista que de reivindicación del mártir aragonés.
A diferencia de este primer monumento, la inauguración del pasado lunes, y aquí radica su gran valor ético e histórico, nada tenía de ritual expiatorio o de contrición. En esta ocasión, sin medias palabras y sin incurrir en ningún tipo de ambigüedad controlada sobre la motivación de la estatua, la ciudad de Ginebra y la sociedad civil allí congregada han homenajeado, reconocido y reivindicado el ejemplo de Miguel Servet como defensor de la libertad de conciencia y de la tolerancia, y el símbolo que representa el sabio villanovano como víctima del fanatismo. Como acertadamente destacó durante su discurso el historiador de la Universidad de Lausanne, Jean Batou, Servet fue un “iniciador del acercamiento entre cristianos, judíos y musulmanes”… “un intelectual exigente y valiente…que tiene todavía muchas cosas que decirnos sobre la grandeza y las miserias de la mundialización del siglo XVI, así como las de nuestro siglo”.
El pasado lunes, Miguel Servet, “español de Aragón”, fue finalmente el protagonista en un acto de reivindicación de su figura en Ginebra. La Comunidad Aragonesa, a diferencia del acto realizado a principios de siglo, estuvo dignamente representada para honrar a este “grande de la tierra”, en lo que es un ejemplo más del cambio de actitud que se ha producido en nuestra sociedad respecto de Miguel Servet en los últimos decenios. Sería injusto, sin embargo, soslayar que había en el ambiente de esta “peregrinación” casi mágica un deseo universal e intemporal de reconocer y admirar en esa efigie hiriente de Servet que se nos muestra en la estatua de Clotilde Roch a todos aquellos hombres y mujeres que han arriesgado vidas y haciendas por una idea justa y legítima en beneficio de la humanidad.
Publicado el 9 de octubre de 2011 en el Diario del Altoaragón.
(c) Sergio Baches Opi, 2011, Director del Instituto de Estudios Sijenenses “Miguel Servet” (Michael Servetus Institute)