Por Jesús López Medel
Miguel Servet, hijo del notario del Monasterio de Villanueva de Sijena (Huesca), ocupa la primera parte del siglo XVI. Primero, en España, como paje del obispo Juan de Alcalá, confesor de Carlos V, con quien compartió las preocupaciones de una reforma interior de la Iglesia, a través de Erasmo, aunque éste, al final, no se presentara a comparecer ante la Junta de Castilla, para defender las tesis que él había divulgado en otros países de Europa. El maestro y sabio darocense, Pedro Ciruelo, fue quien habría de mantener las posturas más fieles a la Iglesia. Miguel Servet asistirá con su preceptor en Bolonia, a la coronación pontificia de Carlos I de España y V de Alemania, cuyas impresiones no le dejaron una huella positiva. Ya no vuelve a España; estudia en París, Medicina; en Toulouse, Derecho; conoce, el latín, griego y arameo. Aunque no tiene cátedra, ni es sacerdote, profundiza en una “Restitución del Cristianismo”. Quería volver a sus propias fuentes, en las versiones de sus comienzos, orígenes y prácticas, especialmente las bautismales.
Edita libros, no autorizados tipográficamente, con frecuencia con reflexiones teológicas que tratan de racionalizar el misterio de la Santísima Trinidad. Es la época de Erasmo, Lutero, Melachton, y sobre todo de Calvino, a quien escucha en sus homilías en la Iglesia de San Pedro de Ginebra. Le escribe “31 cartas”. Se hace impopular ante el pueblo de esta ciudad suiza, en el momento de mayor poder de Calvino, al haber éste trasmutado lo que en el sentido cristiano es “comunidad de fieles” por “comunidad de ciudadanos”, desmontando el sentido jerárquico de la sociedad. Esta aversión por los calvinistas le llevó a ser apresado y sometido a juicio por la Inquisición calvinista, tras huir de la francesa por delitos de imprenta y desobediencia civil. En Ginebra, en un largo proceso, en que mantuvo, frente a Calvino, sus tesis, y con expresiones de fidelidad a la Iglesia, y en especial a Jesucristo, murió en la hoguera, a fuego lento, sirviendo de leña todos los ejemplares de sus obras.
Cultivador de la astrología y astronomía, fue un verdadero sabio, filósofo, editor, crítico de la Reforma, “hereje de herejes”, o “quijote de la teología”, como le llamaría Menéndez Pelayo. Sobre todo en este siglo XVI, de grandes santos, científicos, artistas, literatos, juristas, fue, en definitiva, Miguel Servet un humanista, un renacentista. De haber vivido más años, acaso habría impedido el vaciamiento teológico y ético que el cristianismo iba a padecer, lo que se acrecentará con la Revolución Francesa, y más en nuestra sociedad laica.
Fue el más jurista de los reformistas y, por lo tanto, el que hace gala de un mayor rigor a la hora de discernir sobre la ley eterna, ley divina, ley de Jesucristo, ley natural, ley moral y ley positiva.
*Resumen de la conferencia pronunciada por el Profesor Dr. Jesús López Medel, en el Salón de Presidentes de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (Madrid, 2004). El Dr. López Medel es Consejero de Número del Instituto de Estudios Sijeneneses “Miguel Servet”.