Advertencia:
Estas líneas pretenden ofrecer una descripción
lo más objetiva posible de la época que le
tocó vivir a Servet y del comportamiento de la jerarquía
eclesiástica durante dicha época. Lo que Ud.
se dispone a leer no debe ser interpretado como una crítica
a la labor histórica de la Iglesia Católica
en favor de las clases más humildes y desfavorecidas.
Asimismo, el Instituto de Estudios Sijenenses "Miguel
Servet" manifiesta a través de estas líneas
su más profundo respeto a la nueva orientación
y espíritu de reconciliación y ecumenismo
que a partir del Concilio Vaticano II ha inspirado el comportamiento
de la Iglesia Católica. |
Introducción
La
Europa de la primera mitad del siglo XVI ofrece un sugestivo
panorama donde se comienzan a articular con éxito
las primeras contestaciones al orden establecido. Erasmo
sienta las bases, Lutero inicia la polémica y Calvino
la lleva a la práctica en Ginebra, mientras una plétora
de autores arriesgan vida y honor en la defensa de sus nuevos
y libres postulados, que reivindican de una vida religiosa
plena, verdadera y autónoma.
El
debate teológico trascenderá del esquema medieval
de las herejías para pasar a convertirse en propuestas
materiales y espirituales que se perciben como factibles,
produciéndose la primera ruptura moral y política
de la cristiandad occidental desde los tiempos de Constantino.
|
|
La
situación a finales de la Edad Media Desde
la coronación de Carlomagno en el 800, en el Occidente
altomedieval convivían dos poderes paralelos, el Papado
y el Imperio, uno fundamentalmente espiritual y el otro temporal,
que de alguna manera orquestaban las relaciones y se prestaban
legitimidad uno al otro, sobre una base de miniestados feudales
y autárquicos. Sobre esta base se va conformando durante
los siglos IX y X un tipo de organización socioeconómica
(régimen señorial) y un esquema de relaciones de
poder (feudalismo), que florecerán y se impondrán
en toda la Cristiandad católica durante los siglos XI al
XIII. Durante este periodo, la Iglesia Católica dispondrá
de un poder económico y social, al igual que religioso,
lo suficientemente poderoso como para imponerse a los monarcas
(coronaciones, Cruzadas, diezmos, etc..) y disfrutar del más
completo monopolio de la gestión ideológica. Tal
autoridad conllevaba una imbricación absoluta en los asuntos
terrenales, siendo en muchos casos el contrapoder efectivo a un
estado feudalizado y débil, aunque ello no evitaba que
la jerarquía eclesiástica fuera víctima de
los mismos vicios y ejerciera los abusos propios de las nobles
clases dirigentes, sobre la masa campesina o urbana. De hecho,
a menudo la jerarquía media-alta eclesiástica provenía
de las clases nobles locales, ya que la aprobación papal
se limitaba a los cargos de mayor rango. El sistema, por lo tanto,
tenía dos caras y un mismo interés por el control
y explotación de las clases productoras.
|
Una
larga serie de factores venían dándose desde
la crisis bajomedieval del siglo XIV, que amenazaban con
alterar, e incluso subvertir, la civilización medieval,
feudal, aristocratizante y defensora de la ortodoxia de
Roma.
El
desgaste de la civilización feudal amenazaba por
igual al estamento eclesiástico como al noble,
lo cual les impelía a actuar de consuno ante todas
estas contrariedades, deteriorando más si cabe
el prestigio "natural" que se le reconocía
a la Iglesia.
|
Dentro
de los fenómenos más estrictamente religiosos se
dan factores de desestabilización tan o más profundos
que los temporales. El espectáculo lamentable de una Iglesia
desunida, cuyas dos facciones se excomulgaban recíprocamente
durante el llamado Cisma de Occidente, y que ignoró vergonzosamente
las cada vez más desesperadas peticiones de ayuda de Constantinopla,
enervó la autoridad moral de Roma. A esto habría
que sumar el efecto erosionador del impacto social y teológico
de las herejías medievales, ya que algunas de ellas consiguieron
trastocar durante un tiempo el orden establecido, como la de los
cátaros (albigenses) o la de los husitas. Una tendencia
más preocupante si cabe amenazaba las posiciones doctrinales
de Roma, pero que no fue identificada hasta la Reforma, fue el
progresivo distanciamiento de la masa de creyentes del "stablishment"
eclesiástico, cuya labor pedagógica no suplía
satisfactoriamente el anhelo espiritual del cristiano corriente.
La corrupción entre el clero, el absolutismo y el desinterés
pastoral producían el doble y contradictorio efecto de
hacer apremiante la necesidad de reforma al mismo tiempo que la
Iglesia Católica se esclerotizaba en posturas inmovilistas.
Articulación
y desarrollo del movimiento reformista
Si
bien todas las causas expuestas se podían considerar
como generales y acumulativas, las que desembocaron en
la reacción de Martín Lutero son más
concretas y más inmediatas. A partir de 1507 el
Papa Julio II autorizó la expedición de
bulas de indulgencia, que financiarán la construcción
de la nueva basílica de San Pedro de Roma, por
la que los señores adquirían, previo pago
de un elevado importe, la licencia (a modo de franquicia)
para vender el perdón
En
1517, el predicador Tetzel llegó a las cercanías
de Wittemberg, donde residía el fraile agustino
Lutero, para vender indulgencias en nombre del ambicioso
arzobispo de Maguncia. Lutero
tomó conciencia de la corrupción evidente
de tales prácticas y de la jerarquía que
las alentaba, y dirigió un furioso alegato contra
ellas (las famosas 95 tesis colgadas en la puerta de la
colegiata de la ciudad).
|
|
|
Aunque
la primera intención de Lutero fuese crítica
y no de ruptura, poco a poco se fue perfilando su doctrina
al tiempo que entraba en contacto primero con Eck y luego
con Melanchton.
En
1520 León X le conminó a retractarse (bula
Exurge Domine) pero el agustino respondió quemando
la orden en la plaza de Wittemberg. |
|
|
Sin
posibilidad de retractarse, publica las obras Sobre
la Cautividad Babilónica, A la Cristiana
Nobleza de la Nación Alemana y De la Libertad
del Cristiano. En
abierta rebeldía, Lutero exhorta al pueblo alemán
a salvar la Iglesia, oponerse al poder papal y su monopolio
de la exégesis bíblica, reclama la reforma
de la Curia, la supresión del celibato entre los
sacerdotes y de los sacramentos, salvo el Bautismo y la
Cena (pese a negar la transustanciación).
El
año siguiente se confirma su excomunión al
no acatar Lutero la autoridad doctrinal pontificia en la
Dieta de Worms, pero es protegido por el elector de Sajonia
Federico III el Sabio que lo instala en el castillo de Wartburg,
permitiéndole llevar a cabo la traducción
de la Biblia al alemán (terminada en 1534). |
La
aplicación práctica de la reforma en el culto se lleva
a cabo a partir de 1522 en Wittemberg por Karlstadt, sirviendo de
ejemplo en todo el Imperio. Los territorios norteños de Sajonia,
Hesse y Brandenburgo, son los primeros en adoptar la nueva religión,
cuyos príncipes no tardaron en incautarse de los bienes eclesiásticos
como parte de una estrategia para alcanzar el ideal de una iglesia
nacional (fusión Iglesia-Estado). Este éxito inicial
se puede explicar por la corrupción del estamento eclesiástico,
pero así mismo por la oportunidad que vieron los electores
alemanes (esto es, los que tenían derecho de voto en la Dieta
alemana para elegir al emperador) de librarse, o al menos enervar,
del creciente poder de Carlos V, aliado de la Iglesia desde su coronación
en 1530, quien pretendía establecer un imperio universal
en detrimento de la amplia autonomía feudal que disfrutaba
la nobleza alemana. De igual manera, el movimiento atrajo a gran
numero de pensadores (Melanchton, Zwinglio, Bucero, Ecolampadio,
Servet, etc.) y artistas (Cranach, Holbein, Durero).
Lutero
rompió pronto con el humanismo de Erasmo y con el anabaptismo
radical de Tomás Munzer (rebelión campesina de 1524)
y de David Joris y Juan de Leyden (república teocrática
de Münster). La difusión del protestantismo, bien
sea en la formulación luterana u otras paralelas, se expandió
rápidamente por toda Europa merced a las posibilidades
de la imprenta y la red de pensadores erasmistas, siendo mediatizada
inmediatamente por los poderes civiles, como en el caso del norte
de Alemania (luteranos pero no anabaptistas), Suiza (zwinglianos
y después calvinistas), Flandes (luteranos en principio,
pero calvinistas al final del siglo), Suecia (oficialmente protestante
a partir de la Dieta de Vasteras de 1527), Dinamarca (primera
iglesia luterana en 1537) e Inglaterra. En este último
caso, la decisión repentina de Enrique VIII de romper con
Roma y refundar la Iglesia local en Iglesia Anglicana, con el
monarca como cabeza de la iglesia, constituye el ejemplo no superado
de aplicación del ideal de la reforma de una iglesia nacional,
y una manifestación de la impotencia y desprestigio del
poder de los sucesores de Pedro.
Ni
Carlos V, ni los papas Adriano VI, Clemente VII
y Paulo III pudieron frenar el empuje protestante
mediante llamadas a la retractación y al
orden, viéndose más bien obligado
el emperador a intentar pactar con los príncipes
luteranos ante el empuje turco (Moldavia, 1514,
Belgrado, 1521, Mohacs ,1526, Hungría ,1532
y 1540).
En la Dieta de Augsburgo de 1530, el césar
pretende la vuelta pacífica al seno de la
Iglesia para los protestantes, pero sólo
provoca la redacción de la famosa Confesión
de Augsburgo por Melanchton, base de la doctrina
reformista. De nuevo con el acuerdo de Nuremberg
de 1532 se pospone la solución al conflicto
político-religioso en el Imperio, bajo la
condición de que las querellas entre los
bandos se resolvieran en un futuro concilio, pero
durante este lapso no se interrumpieron los choques
de los poderes protestantes, agrupados en la Liga
de Magdeburgo (posteriormente Liga de Smalkalda),
y católicos de la Contraliga de Dessau. |
|
|
|
Mientras
tanto el emperador dedica sus esfuerzos a los asuntos mediterráneos,
con objeto de aplacar a los piratas turcos y bereberes que
asolaban los estados patrimoniales de la Corona de Aragón.
Durante esta "paz armada" de los años treinta
y cuarenta, la reforma prosperará y se diversificará,
mientras los países que conservan la obediencia al
Papa crearán y/o potenciarán los mecanismos
de represión: España ya tenía un tribunal
de la Inquisición para juzgar a los falsos conversos
que ahora perseguirá a erasmistas y herejes, Francia
también disponía de uno desde los tiempos
de la herejía cátara en el s. XIII, Roma,
sede pontificia, crea uno en 1542 y Porturgal dispondrá
de un tribunal desde 1531.
Hasta
la celebración del concilio de Trento y la Dieta
de Ratisbona de 1546 donde se declara la guerra, ambos bandos
se arman de recursos ideológicos y materiales para
una contienda que todos veían cercana e inevitable.
La mayoría de las grandes figuras tendrán
en estos años su obra más fértil. |
Finalmente
estalla el conflicto armado entre católicos y protestantes,
primer episodio de las guerras de religión en Europa, con
suerte adversa para la coalición de los señores
de Sajonia, Hesse, Wittemberg, Anhalt y las ciudades de Augsburgo,
Ulm y Estrasburgo. Derrotados en Mühlberg en 1547, el emperador
se mostrará clemente con los vencidos, convocando una Dieta
en Augsburgo en 1548 que redactará, con amplio consenso,
el llamado "Interim", que aparte de constituir una precisa
profesión de la doctrina católica, concedía
dos derechos a los protestantes, a saber: comunión bajo
las dos especies y autorización de matrimonios entre clérigos.
De todas formas fue preciso imponer el edicto por la fuerza de
las armas en el imperio y no evitó que en 1552 Mauricio
de Sajonia, con apoyo de otros príncipes y de Francia,
se revelara y batiera a Carlos V en Innsbruck. Firmada una tregua
en Passau, se tuvo que esperar tres años hasta la Dieta
y Paz de Augsburgo para instaurar la máxima legal de "cuius
regio, eius religio" (cada reino, su religión), el
derecho que dejaba la eleccción del tipo de religión
al juicio del gobernante de cada estado. Esta paz, que aparentemente
ponía fin a la guerra civil alemana, contenía ya
las semillas de un siglo de guerras de religión en Europa.
El
concilio de Trento o la Iglesia responde
|
Como
se ha destacado, el conflicto protestante se desarrolló
en un plano sociopolítico y en otro doctrinal, con
continuas tensiones desde que Lutero lanzó su órdago
en 1517. Previamente a todo ello, ya se había intentado
varias veces una reforma desde dentro de la institución
eclesial, siendo su último intento el V Concilio
de Letrán de 1516, sin éxito alguno.
De
hecho, la "protesta" de Lutero dirigida a la jerarquía
(las 95 tesis están en latín), no fue ponderada
en su justa medida, y se buscó más bien una
retractación del monje agustino en vez de una refutación
de sus argumentos teológicos.
La
obstinación de Lutero, unida a la falta de tacto
por parte de la jerarquía eclesiástica, produjo
el efecto de aumentar el prestigio del fraile y de acercarlo
a los poderes laicos interesados en su revolucionarios planteamientos,
comportamiento que seguía recordando al de las herejías
medievales. |
A
medida que se fueron percatando del peligro intrínseco
que Lutero representaba, diversos sectores de la Iglesia expresaron
la necesidad de reformas, como los carmelitas y los capuchinos
con anterioridad, y después la orden de San Juan y los
jesuitas. Sin embargo, la mayor presión para que se convocase
un concilio verdaderamente reformador partió del emperador,
que luchaba por una solución pactada con los protestantes
que le dejara las manos libres para enfrentarse al expansionismo
otomano. Finalmente, será Paulo III quien lo convoque en
1543, no comenzando sus sesiones hasta 1545 en la ciudad imperial
de Trento, en la iglesia de Santa María la Mayor.
El
concilio atacó la doctrina protestante y reformó
la disciplina de la Iglesia a lo largo de sus tres periodos
de sesiones, con dos intervalos que duraron años.
De 1545 a 1547, se decidió que el voto sería
personal y que los temas de ordenación interna y
dogmáticos se tratarían de forma alternativa,
en contra de los deseos del emperador, representado por
Diego Hurtado de Mendoza, que creía que esto podía
indisponer a los luteranos. Aplazado en 1547, el concilio
volvió a reunirse en 1551, durando un año
sus sesiones. Acudieron a él los protestantes y se
afirmó la doctrina tradicional sobre la Eucaristía
y la penitencia, pero se disolvió ante la creciente
inseguridad política (derrota de Carlos V en Innsbruck).
|
|
Diez
años después, bajo la égida de Felipe II,
el concilio reanudó su actividad hasta 1563, pero en esta
ocasión no se presentaron los protestantes. En este nuevo
ciclo fue evidente la pugna entre el Papado y los jesuitas, partidarios
de la intransigencia doctrinal y disciplina más absoluta,
frente a los obispos de las diócesis del Imperio, de Francia
y, curiosamente, de España, defensores de posturas más
moderadas. En el transcurso de este tercer periodo, bajo el pontificado
de Pio V, se promulgaron decretos tanto relativos a la doctrina
como al rigor jerárquico y la condena formal de todo tipo
de desviacionismo.
El
espíritu de la Contrarreforma expresado en el Concilio
de Trento, pese a fracasar en el intento de acercar sus posturas
a las de las diversas corrientes del protestantismo, supuso la
mayor reestructuración de la institución desde Nicea
(325), y no fue superada hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965).
Se restaura la autoridad y rigor dentro de la jerarquía
y de la comunidad de fieles, se procura un acercamiento al creyente
de base a través de una liturgia potenciada y espectacular,
atendiendo al fasto de las iglesias y al dramatismo de los ritos.
También se comprometía la Iglesia a una labor pastoral
más intensa y a una colaboración más estrecha
con las monarquías, de modo que en cada país católico
se hizo sentir la sintonía Iglesia-Estado. Esto fue de
importante trascendencia para el Imperio Hispánico de Felipe
II, donde, por una parte se instrumentalizan y magnifican los
medios de represión ideológica al servicio del poder
(Inquisición y Leyenda Negra), y por otra, se articula
una densa labor evangelizadora en el Nuevo Mundo protagonizada
por los misioneros, fundamentalmente jesuitas.
Texto
de Andrés Galindo Blecua.
|
|
|
Algunos
de sus biógrafos lo han definido como un hombre de
paz y orden que nació en un mundo en conflicto. No
queremos poner en tela de juicio esta apreciación.
Sería injusto juzgar al gran reformador a la luz
del episodio que condujo al suplicio de Miguel Servet.
Acusar a Calvino repetidamente de la muerte de Miguel Servet
carece en el actualidad de todo sentido. Calvino fue un
literato excepcional y un teólogo que se dejó
mover, como otros tantos, por las pasiones de su época,
pero nadie puede negar que fue un hombre de fe que ejerció
su ministerio con sinceridad y gran rigor intelectual.
Juan Calvino nace en Noyon (Francia) en 1509, en el seno
de una familia de gran fervor religioso. A diferencia de
Lutero y otros reformistas, Calvino gozó de las ventajas
que ofrece una doble formación, teológica
y jurídica. Esto le permitió dotar a su sistema
de pensamiento de un elemento lógico y racional,
así como de un sentido del Derecho y del Estado del
que carecieron otros reformadores y cuya praxis Calvino
plasmará en la ciudad-estado de Ginebra. |
|
En
1536 publica en latín sus “Instituciones
de la Religión Cristiana" ("Christianae
Religionis Institutio"), y en 1541 sale a la
luz una segunda edición en francés de esta
obra corregida y aumentada. La Instituciones constituyen
la columna vertebral de su teoría teológica
y política. Para Calvino, el hombre es incapaz,
por razón de su carácter impío, depravado
y alienado, de comprender la inmensidad de Dios. Por esta
razón, el ser humano no puede producir nada que
no esté corrupto, de forma que cuando el hombre
hace algo de apariencia bondadosa, en realidad actúa
movido por la hipocresía, la perversidad y el engaño.
Esta concepción contrasta claramente con el profundo
humanismo que informa el sistema teológico de Miguel
Servet, quien llegó a afirmar que el hombre, a
través de su fe en Cristo, es capaz de unión
con Dios.
El
tema de la predestinación, tan presente
en la teología calvinista, arranca de esta
concepción pesimista del ser humano. Para
Calvino, ningún hombre puede ganar la salvación
por sus buenas obras. Es el propio Dios quien,
antes de la creación del mundo, eligió
a los hombres que se han de salvar y designó
a aquellos que se van a condenar. Calvino admite
que la doctrina de la predestinación repugna
a la razón, pero replica que también
resulta irracional que el hombre intente entender
aquellas cosas que Dios ha escondido para sí
mismo. Por el contrario, Servet defenderá
el libre albedrío del ser humano y criticará
abiertamente la doctrina de la predestinación.
Calvino llega a Ginebra en 1536, dos meses después
de que la ciudad proclamase su adhesión
a la Reforma tras expulsar al Duque de Savoya.
El líder de la reforma, Farel, pensó
en el joven Calvino para consolidar el avance
de la Reforma en Ginebra. Será en Ginebra
donde Calvino pondrá en práctica
su dictadura religiosa. El reformador defenderá
que la organización social y política
debe estar subordinada a la razón humana,
aunque ello no significa que el poder civil deba
ser independiente del poder espiritual. Entre
el poder espiritual y el orden civil existe una
línea de continuidad, de forma que toda
autoridad es respetable por sí misma, al
estar fundada por Dios. La libertad Cristiana
consiste en gobernar a los hombres al amparo de
la sagrada palabra de los Evangelios. Por ello,
la autoridad política sólo existe
para cumplir la misión espiritual consistente
en dirigir las sociedades humanas de conformidad
con la ley de Dios. Para Calvino, los pueblos
nunca tienen derecho a rebelarse contra el poder
temporal, incluso aunque el poder devenga tiránico.
Únicamente la Providencia, suscitando la
rebelión de un Profeta, puede afectar o
modificar el ejercicio de la autoridad. La concepción
calvinista del poder también difiere del
pensamiento servetiano, ya que para Servet Iglesia
y Estado deben estar separados. |
|
|
Esta
concepción calvinista del poder contrasta con el
pensamiento liberal que prenderá, entre otros países,
en los Estados Unidos de América, cuya Declaración
de Independencia (1776) proclama el derecho de los pueblos
a revelarse contra un poder tiránico sin ningún
tipo de limitación providencial.
En honor a la verdad, y siguiendo a Touchard, debe destacarse
que el calvinismo evolucionó hacia posiciones más
liberales, no en vano Calvino defendió una interpretación
racional de los Evangelios. Cuando este elemento racional
se libera del primigenio dogmatismo calvinista, surge
dentro del calvinismo una corriente de pensamiento liberal
que afirmará sin limitaciones la libertad de conciencia.
Esto explica el sentido del monolito expiatorio erigido
por los calvinistas en Champel (Ginebra) en
1903 en honor a Miguel Servet, y en el que expresamente
se condena el error de Calvino y se afirma la adhesión
del movimiento calvinista a la libertad de conciencia.
Texto
de Sergio Baches Opi
Para saber más sobre Juan Calvino, véase:
T.H.L. Parker, “John Calvin”, Ed.
Lion, United Kingdom, 1988; Will Durant, “The
Reformation, The Story of Civilization”, MJF
Books, New York, 1985; Jean Touchard, “Historia
de las ideas políticas”, Ed. Tecnos,
1988; “Ioannis Calvini Opera quae supersunt
omnia”, Ediderunt G. Baum, E. Cunitz, E. Reuss,
Brunskick y Berlín 1863-1900, 59 volumes [Corpus
Reformatorum edition].
|
|
|