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"Sed
sentio hoc primum, amicitiam non posse esse nisi in
bonis. (...) Qui autem ponnunt summum bonum in virtute
illi quidem praeclare; sed haec virtus ipsa et gignit
et continet amicitiam; nec amicitia potest esse ullo
pacto sine virtute". (S.T.
Cicerón - Laelius de Amicitia - S.44
a.C) |
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MIGUEL
SERVET: LA HISTORIA DE UN ESPAÑOL ERRANTE
Introducción
El
27 de octubre de 1553 un hombre desarrapado, con el jubón
comido por los piojos y barba de varias semanas camina renqueante
y cansino escoltado por un escuadrón de arqueros
por las calles de Ginebra. Su mirada apagada revela una
mezcla de desconcierto, abandono y alienación. La
triste comitiva llega a la colina de Champel. Allí
los alguaciles llevan a nuestro personaje a una estaca de
madera rodeada de haces de leña todavía verdes
y le colocan una corona de paja y follaje rociada de azufre.
Luego sujetan su cuerpo a la estaca con una cadena de hierro,
le colocan uno de sus libros, la Christianismi Restitutio,
en sus brazos y atan su cuerpo fuertemente con una cuerda
gruesa.
El
verdugo atiza el fuego en su rostro y el reo da un alarido
que horroriza a la multitud. El suplicio se prolonga largo
tiempo, al ser leña verde la utilizada para consumar
el sacrificio. Algunos asistentes al horrendo espectáculo
arrojan leña seca a la pira para mitigar el sufrimiento
del reo. Dando un gemido espantoso, el condenado expira
no sin antes decir: ¡oh Jesús, hijo del Eterno
Dios, ten compasión de mi! y pasada media hora, fallece.
Así describió un testigo los últimos
momentos de Miguel Servet Conesa, alias Revés, "ab
Aragoniam Hispanum" (“español de Aragón”),
nacido el 29 de septiembre de 1511 en Villanueva de Sijena,
una población de la entonces Corona de Aragón
y ahora situada en los Monegros oscenses. Unos siglos antes,
en 1188, la Reina Doña Sancha, esposa de Alfonso
II el Casto, había fundado a orillas del río
Alcanadre el Real Monasterio de Sijena; centro del poder
político y espiritual de la Corona de Aragón
durante más de dos siglos. |
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Primeros
años en Villanueva |
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El
joven Servet debió corretear entre las huertas que
rodean el Monasterio de Sijena y visitar sus estancias en
numerosas ocasiones. Su padre, Antón Servet, infanzón
de Villanueva de Sijena, ejercía como Notario de
las monjas de Sijena, y no es improbable que el ambiente
de religiosidad del Monasterio influyera tempranamente en
sus inquietudes intelectuales.
De
su padre aprendió las primeras letras y, una vez
alcanzada la adolescencia, abandonó Villanueva de
Sijena para trasladarse, muy probablemente, al Monasterio
de Montearagón, donde iniciará sus estudios
de teología. En 1525 entra como paje al servicio
de Juan de Quintana, clérigo oscense y teólogo
de la Sorbona, que luego fue confesor de Carlos V, con quien
permanecerá hasta 1527. |
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En
ese año, su padre lo envía a la prestigiosa
Universidad de Tolosa (la actual Tolouse) para estudiar
leyes. Servet tiene entonces 16 o 17 años. En Tolosa,
Servet entrará en contacto por primera vez con la
gran tradición universitaria europea y con el ambiente
intelectual de la Reforma. El trasiego de estudiantes extranjeros
propiciaba la circulación clandestina de las obras
de los principales reformadores, lo que permitió
a Servet conocer de primera mano las doctrinas de la Reforma.
Formación
intelectual, viajes y primeras obras
Hacia
1529 Servet abandona Tolosa para acompañar a Juan
de Quintana a la coronación del emperador Carlos
V en Bolonia. La pompa y el boato de las celebraciones y
la riqueza atesorada por la curia causaron un gran impacto
en el sabio aragonés, como el mismo relataría
en su Christianismi Restitutio años más
tarde. A partir de 1530, Servet inicia un viaje sin retorno
por las principales ciudades de la reforma protestante.
Primero, se dirige a la ciudad suiza de Basilea donde se
hospeda en la casa del reformador Ecolampadio.
Es
posible que ya en esa época Servet hubiera compartido
con Ecolampadio su pensamiento crítico con el dogma
de la Trinidad. Tras discutir con Ecolampadio, Servet se
ve obligado a abandonar apresuradamente Basilea. En mayo
de 1531, Servet se encuentra en Estrasburgo, ciudad situada
en la actual frontera franco-alemana, donde entrará
en contacto con los reformadores Capito y Bucero. En Estrasburgo
publicará Servet su primer libro sobre la Trinidad:
De Trinitatis Erroribus, Libri Septem (1531).
Las relaciones de Servet con estos dos reformadores no
debieron ser tampoco muy fluidas, por lo que en 1532 lo
encontramos de vuelta en Basilea, donde su presencia será
tolerada momentáneamente por Ecolampadio. A finales
del año 1532, Servet publicará un segundo
tratado sobre el dogma de la Trinidad: Dialogorum Trinitate.
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Partiendo
de una concepción neoplatónica, Servet afirmará
que existe un solo Dios que se manifiesta de diferentes
modos, pero no en tres hipóstasis o personas (Padre,
Hijo y Espíritu Santo) como proclamaba la doctrina
trinitaria establecida en Nicea (325). Para Servet, la
doctrina de la Trinidad conduce al triteismo, lo que contradice
la necesaria unidad de Dios.
Pese
a cuestionar la interpretación oficial del dogma
de la Trinidad, Servet no duda en proclamar su cristocentrismo.
Para Servet, Jesucristo es hijo natural de Dios y en el
confluyen humanidad y divinidad, pero, a diferencia de Dios,
el Hijo no es eterno porque, en buena lógica, no
puede ser eterno lo que ha sido engendrado por el Padre.
El resto de los hombres no son hijos naturales de Dios,
pero precisamente por la fe en Cristo se hacen hijos de
Dios y son capaces, a través de Cristo, de alcanzar
una cierta unión con Dios. Cristo es para Servet
el intermediario indispensable para que el hombre pueda
conocer a Dios y elevarse hacia el supremo.
Este
aspecto de su pensamiento le condujo a rechazar el papel
de la iglesia y del papado, así como el de las iglesias
protestantes, como mediadores insustituibles en la salvación
del hombre. |
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Los
dos primeros libros de Servet se difunden con cautela
pero también con rapidez y algunos ejemplares
llegan a manos de los inquisidores españoles.
Perseguido por la inquisiciones de Toulouse, de
Castilla y Aragón, y despreciado por los
reformadores de Basilea y Estrasburgo, Servet se
traslada primero a París, y poco después
a Lyón. En esta última ciudad entablará
amistad con el humanista Simforiano Champier, quien
lo introducirá en el estudio de la medicina,
la geografía y la astrología. Bajo
la égida de Champier, Servet publicará
su Geografía de Ptolomeo y una nueva
edición de la Biblia del dominico Santes
Pagnini.
En
1537, Servet, aconsejado por Champier, se traslada
por segunda vez a París para estudiar medicina.
Allí escribe su conocido Tratado Universal
sobre los Jarabes (Syroporum Universa Ratio)
del que se imprimirán varias ediciones.
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Tras
ser acusado por las autoridades universitarias de París
de practicar la astrología judiciaria, Servet recaba
en la pequeña localidad de Viena del Delfinado, donde
ejercerá durante doce años la medicina bajo
la protección del arzobispo Pierre Palmier. Allí
se gesta su obra principal, un libro único en la
historia de la teología cristiana: la Christianismi
Restitutio. En esta obra Servet critica la corrupción
de la Iglesia del momento y propugna un retorno a los orígenes
del cristianismo. En sus páginas, Servet también
desarrolla su interpretación sobre el dogma de la
Trinidad y su concepción de la divinidad de Cristo.
El
anabaptismo es también uno de los elementos esenciales
de la obra. Para Servet, sólo los adultos deben
ser bautizados, ya que el rito bautismal, en la medida que
supone una puerta a la salvación, sólo es
necesario para aquellos con capacidad de pecar, capacidad
de la que carecen los párvulos. El libro contiene
también la primera descripción en Occidente
de la circulación menor de la sangre, descubrimiento
por el que Servet adquirirá fama universal en el
ámbito de la medicina. |
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Servet
versus Calvino
Años
antes de que fuera impreso, Servet envió
un ejemplar manuscrito de su Christianismi Restitutio
a Calvino. A través de un testaferro, Calvino
lo denuncia ante las autoridades de Viena del Delfinado.
Procesado y encarcelado, Servet logra huir de la
prisión el 7 de abril de 1553.
Durante
más de cuatro meses Servet desaparece sin
dejar rastro, hasta que, a mediados de agosto, lo
encontramos en la ciudad de Ginebra, feudo de la
teocracia instaurada por Juan Calvino. Por instigación
de Calvino, Servet es detenido en Ginebra y, una
vez más, es encarcelado en la prisión
de Ginebra. Sin asistencia letrada de ninguna clase,
Servet es acusado de herejía y procesado
por los síndicos ginebrinos.
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El
26 de octubre de 1553, el Consejo de Ginebra dicta, a instancias
de Calvino, una sentencia condenatoria. Según consta
en la sentencia
se condena a Servet, por negar el dogma de la Trinidad,
cuestionando el carácter eterno de Jesucristo, y
rechazar el bautismo de los párvulos. Miguel Servet
es condenado a morir en la hoguera al día siguiente.
Una vez condenado, los teólogos del entorno de Calvino
intentarán convencer a Servet para que se retracte
de sus doctrinas, pero Servet no reblará y se mantendrá
firme hasta el final. Son precisamente sus últimos
días los que elevan a este gran intelectual a la
categoría de héroe y mártir por defender
sus ideas. |
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Trascendencia
y proyección de la muerte de Servet
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La
muerte de Servet no fue el primer asesinato religioso
de la Historia, pero sí es el primer suplicio
que despertará las conciencias en el mundo
Cristiano acerca de la injusticia que supone cercenar
la libertad de pensamiento. Pronto otros humanistas,
con Sebastián Castellio a la cabeza, mostrarán
públicamente su indignación por la muerte
de Servet. En su Contra Libelum Calvinum
(Contra el Libelo de Calvino), el clérigo
protestante Castellio escribirá una de las
más bellas diatribas en contra cualquier intento
de acallar la palabra por medios represivos: “Matar
a un hombre no es defender una doctrina, sino matar
a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet
no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un
hombre. Y no se hace profesión de la propia
fe quemando a otro hombre, sino únicamente
dejándose quemar uno mismo por esa fe”.
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Los
profesores Ángel Alcalá y Marian
Hillar han estudiado la cadena ininterrumpida
que principia en Miguel Servet y culmina
en el establecimiento del Estado de Derecho.
Inicialmente, las ideas de Servet se difunden
en Italia entre algunos estudiantes italianos
(Francesco Scantaro, Giorgio Biandrata, Gianpaolo
Alciati, Bernardino Ochino y Lelio y Fausto
Socino). |
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Estos
humanistas italianos se exiliarán posteriormente
a Polonia y Transilvania, donde establecerán
una importante comunidad unitaria que defenderá
la importancia de garantizar la libertad de
conciencia y la separación entre la
Iglesia y el Estado. Expulsados de Polonia
por el Emperador Fernando, recaban en los
Países Bajos. Desde Holanda sus ideas
se trasladan a Inglaterra y luego a América.
Las obras de los Socinianos fueron leídas
por los filósofos del Siglo de las
Luces (Locke, Voltaire y Hume, entre otros),
cuyas ideas, a su vez, influenciaron a los
padres del constitucionalismo americano (James
Madison y Thomas Jefferson sobre todo). Es
conocido que Thomas Jefferson mostró
gran interés por el estudio de las
religiones y muy especialmente por Servet
y los Socinianos, cuyos principios filosóficos
plasmó en la Constitución
de los Estados Unidos de América,
sin duda uno de los textos jurídicos
más trascendentales en la lucha del
ser humano por conseguir el reconocimiento
por los poderes públicos de una esfera
de derechos inalienables. La Constitución
Americana es también uno de los primeros
textos en lo que se plasma claramente la separación
entre la Iglesia y el Estado. |
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Por
todo lo anterior, el legado servetiano constituye
referente ineludible para entender los inicios
y evolución del movimiento teológico
y filosófico en favor de la libertad
de conciencia.
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Vigencia
de Servet
Servet
fue ante todo un gran humanista. Carece de interés,
pues, la vieja polémica sobre cuál de entre
todas las disciplinas que cultivó Servet gozaba
de su predilección. Es preferible acercarse a Servet
en su globalidad, sin escindir su faceta teológica
de su faceta médica. Sólo así se puede
comprender la inconmensurable sabiduría y personalidad
del sabio aragonés en una época que, como
la nuestra, ha hecho de la “especialización
exagerada” un signo de pretendida modernidad.
Servet tampoco fue, como se ha dicho erróneamente,
un revolucionario político; alguien con pretensiones
de dinamitar el orden civil establecido. Por el contrario,
fue un cristiano devoto que estudió con detalle las
Sagradas Escrituras y observó la realidad religiosa
de su entorno, denunciando la corrupción existente.
Ejerció como médico de pobres y poderosos
respetando en todo momento las leyes y costumbres de la
época que le tocó vivir. La heterodoxia de
Servet debe, por tanto, situarse en el terreno de las ideas
y de las conciencias, y no en un plano de rebelión
política, faceta que fue ajena a la obra y la vida
de Servet.
De
Servet nos queda no solamente el descubrimiento de la circulación
menor de la sangre y su heterodoxia religiosa, sino sobre
todo su gran ejemplo personal. Las palabras que escribió
el Dr. Fernando Solsona en su biografía del sabio
aragonés (1988) resumen el legado servetiano para
las generaciones futuras: "Por la Lealtad a sus
convicciones, por la fidelidad a sus amigos (a los que no
quiso delatar, lo que hubiera aminorado mucho la dureza
de sus jueces), por la línea recta de su vida y de
sus trabajos, por la claridad de sus ideas, por la tenacidad
y heroicidad en defenderlas, constituye espejo y ejemplo
para aragoneses".
Texto
de Sergio Baches Opi
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