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"Ni
con éstos ni con aquéllos, con todos
consiento y disiento, en todos se ha de ver parte
de verdad y parte de error" (Dialogorum
de Trinitate, 1532) |
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"Es
un abuso condenar a muerte a aquellos que se equivocan
en sus interpretaciones de la Biblia. Semejante castigo
sólo debe recaer sobre los asesinos."
(Carta a Ecolampadio,
Calvini, op. VIII, 862) |
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Miguel
Servet, aragonés errante en una época dominada
por las luchas religiosas alentadas inicialmente por la
reforma luterana, sacudió con sus doctrinas antitrinitarias
y anabaptistas las bases de la religión cristiana
de su tiempo. Como Erasmo de Rotterdam (véase su
Elogio de la Locura), pero desde posiciones más
rupturistas, Servet criticó también la
corrupción del cristianismo oficial y propuso un
retomo a los orígenes y pureza del cristianismo.
No fue, sin embargo, por estas críticas por lo
que fue finalmente ajusticiado sino, principalmente, por
su postura contraria al dogma de la Trinidad y al bautismo
de los párvulos. |
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El
dogma de la Trinidad reposa en la creencia de que Dios
es una sola esencia, pero la unidad esencial de la naturaleza
divina es compartida por tres personas: el Hijo, el Padre
y el Espíritu Santo. Los tres son Dios, pero ninguno
de ellos individualmente es Dios. Servet estudió
en su juventud los textos religiosos judíos y musulmanes,
llegando a la conclusión de que la principal diferencia
dogmática entre las tres religiones monoteístas
reposaba en la concepción cristiana de Jesucristo
como hijo eterno de Dios. Quizás guiado por un
espíritu ecuménico Servet estudió
las Sagradas Escrituras en las que, según el aragonés,
no encontró fundamento alguno a favor de la doctrina
de la Trinidad. Para Servet, Jesucristo fue un hombre
al que Dios había insuflado una sabiduría
divina y sólo en este sentido podía decirse
que era el Hijo de Dios. |
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Sin
embargo, solo Dios, no su hijo, era eterno. La teoría
de Servet convierte a Jesucristo en una especie de profeta,
acercando de esta forma el Cristianismo a las concepciones
religiosas de mahometanos y judíos.
La
doctrina de la Trinidad era uno de los dogmas en los que
coincidían católicos, protestantes y calvinistas
por lo que cualquier ataque a dicho dogma convertía
a su autor en reo de herejía en las jurisdicciones
civiles y eclesiásticas de prácticamente
toda la Europa cristiana. Por ello no es extraño
que antes de ser procesado en Ginebra Servet fuera perseguido
y condenado a ser quemado vivo a instancias de la Inquisición
católica en Viena de Delfinado (Francia). El 7
de Julio de 1553 Servet huía de la prisión
en la que había sido confinado, por lo que la sentencia
solo pudo ejecutarse en rebeldía quemando una efigie
de Servet. |
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El
día 22 de agosto el propio Servet dirigió
un escrito al Consejo Menor de Ginebra, órgano
competente para juzgarlo, en el que solicitaba la desestimación
de la acusación criminal. Según Servet,
era ajeno a la doctrina de los Apóstoles y los
discípulos de la primera Iglesia acusar de delito
por diferencias resultantes de la interpretación
de las Escrituras. En el mismo escrito Servet solicitaba
que se le asignase un procurador para asistirle en su
defensa. El fiscal general se opuso a ambas peticiones
de Servet. La razón aducida por el fiscal para
denegar toda asistencia letrada a Servet, y que fue aceptada
por silencio negativo por el tribunal 7, parecía
anunciar su trágico final. Según el fiscal
general, puesto que Servet "sabía mentir
tan bien" no había razón para acceder
a su solicitud.
Menos
frívola fue la discusión relativa a la procedencia
de las acusaciones delictivas por diferencias en la interpretación
de las Escrituras. Como argumentó Servet en su
escrito de defensa, durante los primeros siglos de la
existencia del cristianismo la Iglesia trató de
dirimir sus diferencias internamente y por medio de la
discusión pacífica. Esta situación
empieza a cambiar cuando el Cristianismo deviene la religión
del Imperio Romano a raíz del Edicto de Constantino
(313). Aunque el Concilio de Nicea (325) ya había
condenado las posturas antrinitarias de Arrio, la criminalización
de la herejía religiosa tuvo lugar en tiempos del
emperador Teodosio el Grande (379-395). El llamado Código
de Teodosio fue completado por el Código de Justiniano
(527-534). Este último, vigente en los territorios
del Sacro Imperio Romano-Germánico, prescribía
en los capítulos "De summa Trinitate et
fide catholica, de hereticis, de apostatis"
la pena de muerte para las herejías consistentes
en la negación de la Trinidad y la reiteración
del bautismo. |
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El
Código de Justiniano podría haber justificado
legalmente una sentencia condenatoria contra Servet.
De hecho los jueces ginebrinos preguntaron a Servet si
conocía la existencia de este texto legal. Servet
respondió que conocía la existencia del
Código, pero que, en cualquier caso, su existencia
no invalidaba su argumentación ya que Justiniano
no pertenecía al tiempo de la iglesia primitiva,
sino más bien a una época en la que los
"obispos comenzaban ya su tiranía, y se habían
introducido ya las acusaciones criminales en la Iglesia".
El Código de Justiniano, sin embargo, no sirvió
de base legal a la sentencia pronunciada contra Servet
ya que las leyes canónicas habían sido abolidas
en 1535 por los reformadores ginebrinos. Se plantea por
tanto la cuestión de la base legal que sirvió
de fundamento a la sentencia dictada por los Síndicos
ginebrinos contra Servet. Aunque la sentencia condenatoria
no lo menciona expresamente, parece que Calvino y los
jueces ginebrinos basaron su condena directamente en la
Ley Mosaica, que prescribe la pena de muerte para todos
aquellos que blasfemen contra Jehová (Levítico
24:16 y Capítulo XIII del Deuteronomio). |
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Frente
a la Ley Mosaica aplicable en Ginebra, de poco sirvieron
las alusiones de Servet a los primeros cristianos, en
cuyo Nuevo Testamento es difícil encontrar fundamentos
favorables a la persecución criminal de hechos
como los imputados a Servet. |
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El enfrentamiento entre Servet y Calvino refleja, por
tanto, la tensión entre dos concepciones opuestas
de entender la Divinidad. Servet proclamaba el Dios del
Nuevo Testamento, es decir, un Dios alejado del Dios vengativo
del Antiguo Testamento propagado por la teología
medieval. Solo teniendo en cuenta este punto pueden entenderse
las referencias de Servet a la libertad y a la tolerancia
religiosa. Por el contrario, Calvino, al igual que Lutero,
propagó la imagen inflexible del Dios del Juicio
Final recogida en el Antiguo Testamento. Curiosamente,
esta concepción judaica de Dios defendida por los
reformadores confronta con la visión humanista
de Dios propagada por el Renacimiento. |
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El
día 26 de octubre de 1553, el Consejo pronunció
su sentencia contra Servet condenándolo a ser
quemado vivo en la colina de Champel. La sentencia condenaba
a Servet por haber impreso "veintitrés o
veinticuatro" años antes un libro (De
Trinitatis Erroribus) que contenía blasfemias
contra la Trinidad y por haber corrompido a los cristianos
y difundido su herejía antitrinitaria en una obra
posterior (Christianismi Restitutio). Asimísmo,
la sentencia condenaba a Servet por condenar y rechazar
el bautismo de los párvulos. Obsérvese,
sin embargo, que los jueces ginebrinos parecen haber incurrido
en un error intencionado en la calificación de
las conductas imputadas a Servet. De la lectura de las
actas del proceso y de las conclusiones recogidas en la
sentencia no se deduce que el delito de herejía
del que era acusado Servet hubiera llegado a consumarse
en territorio ginebrino. Aplicando los principios generales
del Derecho Penal moderno, los jueces ginebrinos deberían
haber resuelto que Servet había cometido un delito
a lo sumo en grado de tentativa y, en consecuencia, haber
aplicado una pena menor, como por ejemplo el destierro.
Finalmente, también resulta sorprendente que la
petición de Servet para que su causa fuese elevada
al Consejo de los Doscientos fuese ignorada por los Síndicos
ginebrinos. Este proceder, junto a la denegación
de asistencia letrada para nuestro aragonés, es
otro ejemplo de las irregularidades que viciaron el proceso
contra Servet y demuestra el escaso rigor jurídico
del tribunal ginebrino, sin duda fruto del férreo
control que la teocracia instaurada por Calvino ejercía
sobre todas las instituciones civiles. |
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El
día 27 de octubre de 1553 Servet era conducido
a la colina de Champel. Su cuerpo fue atado a una
estaca con una cadena de hierro y su cuello sujetado
con una cuerda gruesa. Para más "Inri"
colocaron en su cabeza una corona de paja salpicada
con azufre. Siguiendo los usos de la época,
un ejemplar de su Christianismi Restitutio
fue colocado a sus pies. El suplicio se prolongó
más de dos horas a causa de la leña
verde. Hasta el último momento los reformadores
ginebrinos trataron de convencer a Servet para
que abjurase de sus doctrinas. Todo fue en vano,
Servet, a pesar del severo y cruel encarcelamiento
al que se le sometió, se mantuvo fiel a sus
doctrinas, no tanto por tozudez sino principalmente
por convicción. Calvino
lo condenó, pero la Historia, a veces el
más efectivo tribunal de apelación,
no tardó en absolverle. Su integridad moral
durante el proceso y finalmente ante la pira no
pasaron inadvertidas en su época. La muerte
heroica de Servet sirvió para que otros
humanistas alzasen su voz a favor de la libertad
de conciencia y en contra de los que postulaban
la aplicación del hierro para castigar los
delitos de herejía. Pero el ejemplo de Servet
se dejó sentir más allá de
su época. Sembró el germen de un debate
sobre la libertad religiosa y de conciencia que
sería desarrollado por los pensadores del
Siglo de las Luces y que inspiró los procesos
democratizadores que tuvieron lugar en las sociedades
occidentales durante los siglos XIX y XX. |
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MONUMENTO
A Servet EN CHAMPEL |
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(Texto extraído del artículo de Sergio
Baches Opi “Miguel Servet. Anotaciones actuales
sobre un proceso ignominioso”, publicado en el
Diario del Alto Aragón, Domingo, 16 de junio
de 2002, y en la Revista Serrablo, Año XXX, Nº
118, Diciembre 2000.)
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